Petróleo y política monetaria
Dalibor Eterovic
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Richard Branson
Dalibor Eterovic
La fuerte baja en el precio internacional del petróleo viene a reafirmar que el mundo sigue siendo un lugar deflacionario. Razones tanto de oferta como de demanda estarían detrás de la caída en torno a 40% observada desde junio. Por el lado de la oferta, la producción global de crudo se sitúa en alrededor de 75 millones de barriles por día (mb/d), 10 mb/d más que en la década de los 80s. En los últimos años, el incremento de la producción global ha sido liderado por EEUU, que desde 2004 ha aumentado su producción en 2 mb/d gracias al fracking, y Canadá que la ha elevado en casi 1 mb/d con la explotación de "arenas de petróleo". Por el lado de la demanda, impactan la desaceleración de China y el debilitamiento de Europa, situaciones que se prolongarían durante los próximos años.
¿Cómo debería reaccionar la política monetaria? Si el shock de precios viene por el lado de la demanda, las menores expectativas inflacionarias vienen acompañadas por tasas de interés reales internacionales más bajas. Esto no se ha visto en EEUU, donde si bien la compensación inflacionaria a 5 años se encuentra en mínimos desde 2011 (1,4%), la tasa de interés real a la misma duración ha continuado subiendo. En efecto, Stanley Fischer (vice presidente de la Fed) en una entrevista reciente sugiere que la baja en el precio proviene principalmente del lado de la oferta.
Bajo esta premisa se derivan dos implicancias de política: primero, la menor inflación producto de la caída en el crudo es de carácter temporal (cambio en el precio relativo) y no debiese generar desinflación persistente. Segundo, un menor precio de la energía es positivo para la actividad económica global (el FMI estima que una caída de 10% en el precio del petróleo inyecta 0,3 puntos porcentuales al crecimiento global en 2 años). Por lo tanto, la política monetaria debe ignorar los efectos de corto plazo sobre los precios, cuidando la potencial propagación de efectos de segunda vuelta.
Para Chile, la fuerte caída del petróleo impacta por al menos dos canales. Primero, representa un shock positivo a los términos de intercambio, ya que importa 5,5% de su PIB en petróleo y otros combustibles.
Lamentablemente, el cobre, cuyas exportaciones representan 15% del PIB, ha caído en torno a 10% desde julio, disipando cualquier efecto positivo. Segundo, genera un efecto desinflacionario, del que todavía queda por traspasar a consumidores en torno a 0,8 punto porcentual. Con esto, la inflación acumulada a octubre (5,1%) estaría bastante más cerca de la inflación menos alimentos y energía, que hoy se encuentra en 3,7%.
Más aún, las expectativas de inflación a 2 años que se derivan de los papeles del Banco Central, están bajo 2%, lo que se ha traducido en alzas de la tasa de interés real de corto plazo, generando condiciones más restrictivas para la economía.
En conclusión, el escenario externo sigue sin entregar impulso adicional a la economía. El Banco Central entonces debe monitorear de cerca la caída en las compensaciones inflacionarias. La economía sigue demasiado débil y necesitará mayor estímulo monetario.